Por fin fui
a Caño Cristales
Desde el año 2013, había tratado
de ir a Caño Cristales, pero no me respondían a los correos, o asuntos de
seguridad en la zona, no dejaba que el viaje cuajara y solo hasta el 2018
(septiembre 10), pude lograr viajar a este destino, que contacté desde
tempranas fechas del año, porque solo hay viaje de julio a noviembre; hay que
hacer reserva con tiempo y un amigo que tengo de hace muchos años, quien vive
en Alaska, tenía deseos de ir y vi la oportunidad de aprovechar la compañía.
Correos electrónicos para acá y para allá, averiguando diferentes tours y asuntos
relacionados con el viaje. Debo decir que no averigüé con varios operadores,
porque mi amigo tenía la información de una prima, que había realizado el viaje
con antelación, y dado a que hay tanta estafa por parte de inescrupulosos con
agencias de viajes ficticias, tomé como opción esa. Después me di cuenta que
existen diversos operadores, con diferentes hoteles, planes y tours para ofrecer,
un poco distintas a la opción que tomé.
El vaucher que me enviaron, me
pareció rarito. El escudo de la empresa se ve muy pixelado, y hace que uno dude
de su veracidad.
Los correos inicialmente, no
fueron respondidos, y luego contacté a otra persona, Ewa, quien me asesoró e
informó todo el tiempo, sobre el proceso para comprar el paquete. Me envió todo lo relacionado con el viaje, las
precauciones, el tipo de ropa, cuándo salía, cuando regresaba, lo que incluía
el pago del viaje, y cómo debería ser pagado. La exigencia de la vacuna contra
la fiebre amarilla y las actividades que realizaríamos.
Caño Cristales es un sitio que
queda en el Departamento del Meta. Se llega al municipio de La Macarena en
donde se encuentran buenos hoteles. También tienen varios operadores,
encargados de los diversos tours, incluyendo el servicio de los pasajes aéreos.
Son vuelos charter. Salen de Medellín, Cali y Bogotá. Hay tours de tres o cinco
días. Entre los planes hay, visitas a fincas llaneras, en donde le ofrecen a
uno desayuno, almuerzo o comida, según el plan que se tenga, es decir, un
amanecer, cabalgata, o atardecer. Más o menos una inversión de unos 665,71 USD,
para cinco días, y obvio, más barato para tres o cuatro días. Allá hay que
pagar tours extras.
La Macarena, se ve que está en
crecimiento y se encuentra de todo. Muy amables. Aunque mi operador dejó de
cumplir con unos puntos que estaban establecidos en el contrato.
Luego de loliar con todo esto, le
informo a mi amigo, que ya estaba todo listo, que si podríamos viajar en
septiembre, pero me comenta que él ya ha invitado a alguien más a quien había
acaba de conocer por internet y dice estar “tragado” de ella, a lo que decidí
viajar sola. No quedaba bien dañarle el parche con la señora, o yo quedar de
violinista.
Empecé a comprar botas de agarre,
protectora de tobillo y resistente al agua, pues había que caminar por el agua,
la selva, la roca y la arena. Camisetas de color claro manga larga, pantalones
tipo sudadera de tela impermeable, pues a veces tendría que caminar por agua
que llegaba a la cintura, pero finalmente no me tocó esa altura. Supongo que no
habría llovido mucho o no usamos ese tipo de rutas.
Para la cámara tuve que comprar
un estuche protector, pues es época de lluvia. De hecho, como ya lo mencioné, allá
no se puede ir sino es entre los meses de julio a noviembre, que es la época en
que se ve más linda la “macarenia
clavigera”, planta acuática, endémica de La Macarena.
La salida desde
Medellín a La Macarena, se haría desde el aeropuerto Olaya Herrera, así que
estuve juiciosa desde las 6:45 a.m. Había que estar en la oficina de Aero Servicios
VIP, a las 7:00 a.m. (al frente de Sanidad Aeroportuaria). Allí me
esperaría la coordinadora Zorayda, para realizar el debido proceso de abordaje.
La hora programada del vuelo era las 8:00 a.m., siempre y cuando no hubiese problemas
con el clima. El peso permitido en esa ruta es de 10 kg en bodega y 5 kg en el
equipaje de mano. Pesé con juicio mis maletas, antes de ir.
Llegué al aeropuerto y casi nadie
sabía darme respuesta de en dónde quedaba sanidad, pero ningún paisa se vara,
así que di por fin con el lugar. El sitio de la agencia, estaba cerrado. Solo
había sentadas dos señoras, con un maletín pequeño. Luego llegaron otras dos
viajeras. La agencia seguía cerrada. Llamé a uno de los números que me habían
suministrado a preguntar sobre el por qué no se veía a nadie, y qué había
sucedido.
Informan que el vuelo saldría a
las 10:30 a.m. que si era que no nos habían avisado, a lo que dijimos todas que
no. Ni por whatsapp, ni por correo. Preguntaron nuestros nombres, y nos
enviaron a tomar el desayuno pagado por ellos, en el segundo piso. Luego nos
enviaron a hacer fila a las diez pasadas. Allá si había cantidad de gente,
listos con sus morrales. Nos dividieron, nos pesaron con el maletín de mano y
nos dieron un pasa bordo de color verde para unos y otros de color azul. Perdimos
cuatro horas, porque terminamos saliendo a la 1:00 p.m. Nos informan que entonces saldríamos también
tarde al retorno, para compensar esas horas, cosa que no fue cierta.
Pidieron cédulas y/o pasaportes,
para los extranjeros. Subimos al avión, nos ofrecieron unas galleticas de
mantequilla al subir las escalas. Llegamos por fin a La Macarena, vuelo directo
chárter, al Aeropuerto Javier Noreña Valencia, un aeropuerto de carácter regional.
En el avión SEARCA cabíamos unas 18 personas, 20 con los pilotos. El
vuelo estuvo bueno. Se ven los ríos, y las diferencias geográficas de nuestro
bello país.
Bajamos las escaleras, y los
morrales y maletas, las bajan a una zorra tirada por un caballo. Me acordé de
Capurganá. Pagamos el ingreso a La Macarena, la tasa aeroportuaria de La Macarena (6.000 pesos/persona).
También pagamos el impuesto de ingreso al municipio de La Macarena (nacionales
colombianos: 26.041 pesos/persona; extranjeros: 39.062 pesos/persona).
En La Macarena, nos iba a encontrar el coordinador logístico
el señor John Fredy Mora, quien tendría todos los permisos y nos presentaría a
la ecoguía, pero llegó otra persona, sin la guía. Nos recibieron en una
camioneta blanca cuatro puertas, buena, y nos llevaron primero a almorzar, a la
finca del Sr. Omar. Un señor joven, ya abuelo, pues allá se casan supremamente
jóvenes. El común en la zona, muchachas de 19 con dos o tres hijos ya. Nos
dieron una sopa rica, ensalada, plátano maduro, pescado amarillo (típico de la
región) y limonada. Había unas hamacas y sillas, para que uno se sentara o
acostara, si así se quería, mientras llegaban por nosotros, para llevarnos a
Cormacarena a una charla sobre el comportamiento que deberá tenerse al ingreso
al Parque Nacional y luego al hotel. La finca, muy limpia, tenía cebúes,
caballos, ovejas, gallinas, muy titinas… y se nos informa que también recibe a gente
allí, para estancia. Don Omar nos sacó un cebú, inmenso, para que nos
montáramos en él… con un sombrero y una ruana… le da uno susto. ¿Cuántas
personas se habrán puesto estos trajes? En fin que me subí y me tomaron varias
fotos y también le dimos tetero, a una ovejita que la mamá había rechazado.
Estábamos juntos los que seguiríamos por todo el tiempo en el combo. Dos rusos
que vivían en Israel, Irina y Leonid, una francesa, Anne, y Luly, una
cartagenera de nacimiento, pero isleña de corazón. Allá vive y trabaja. Luly
era una de las que había llegado temprano conmigo al aeropuerto Olaya Herrera.
Las otras dos chicas quienes estuvieron en el aeropuerto de Medellín, quedaron
en otro grupo, con otro guía. Descansamos un ratico, nos dieron limonada y
luego llegó otro transporte por nosotros.
Llegamos a las instalaciones de Cormacarena, para realizar
una capacitación (Corporación para el Desarrollo Sostenible del Área de Manejo
Especial La Macarena) que es obligación hacerla. Ellos también cobran otro impuesto gubernamental (nacionales
colombianos mayores de 65 años: gratis; nacionales colombianos mayores de 25
años: 59.682 pesos; nacionales colombianos menores de 25 años: 43.797 pesos;
nacionales colombianos menores de 12 años: 28.297 pesos; extranjeros de los
países de la CAN: 59.682 pesos; extranjeros de los demás países: 91.067 pesos).
Vimos el video, nos dieron explicaciones del tipo de
recipiente que se podía llevar y que en los hoteles nos llenarían nuestras
cantimploras, por un dinero ($2.000). Debe ser de botellón, pues el agua allá
no es potable. Firmamos una planilla, con nuestros datos básicos, nos
pusieron un brazalete de visitante, de color amarillo para los extranjeros,
blanco para los colombianos.
Luego nos llevaron al hotel La
Cascada, me asignaron la habitación 203. Nos explicaron que allá nos llenarían
en la mañana el botellón de agua para las caminatas, que también nos podían
lavar la ropa, pues allá no se podía lavar en el baño. Costaba $2.000. Estaba
prohibido lavar dentro de los baños la ropa. Escalas un tanto peligrosas para
mi gusto, pero subía y bajaba tan cuidadosamente como podía, pegadita a la
baranda de cemento, paredes blancas y puertas en madera. Sábanas limpias y baño
limpio, pero las llaves del lavamanos estaban sueltas. Era cuestión de arreglar
unos tornillos. Ambas llaves mal… en fin, para uno es duro, acostumbrada a
arreglar todo lo que esté dañado y más cuando se ha sido jefe de mantenimiento,
como es mi caso. También he visto a una señora cucaracha inmensa, que aunque sé
que estos animalitos son limpiadores de bosques … casi mi muero…
El aire acondicionado se pagaba aparte,
$20.000 por día, pues el calor es tremendo allá. El televisor de pantalla
plana, colgado a la pared en la parte superior de la pared. Solo se cogían los
canales de Colombia, uno que otro de Perú, otros cristianos, y alguno de
películas.
Ya ubicada en la habitación, saqué
toda mi ropa y organicé todas las cositas que tendría por usar.
Nos dijeron que a las 7:00 p.m.
nos encontrábamos en el hall del hotel, para explicarnos en donde comeríamos y
allá la guía nos explicaría que ropa usaríamos para el siguiente día.
Fuimos al restaurante, y a pesar
de habérselo informado con antelación a la agencia de viajes, qué tipo de
comida le gustaba, o podía digerir, en el comedor, las personas que atendían, no
tenían claro el asunto. Anne era vegetariana, y ha sufrido mucho, pues era escaso
lo que le podían ofrecer, a Leonid le gustaba el picante, y siempre estaba el
frasco, prácticamente vacío, pero no le traían otro.
Llegó la guía, Nilsa, muy bella
gente, de muy buen genio y dispuesta a ayudar siempre. Nos explica qué tipo de
ropa deberemos llevar puesta para la primera jornada. Vamos a Cristalitos.
Debemos ponernos el vestido de baño y el pantalón de tela impermeable, botas de
agarre y camiseta de manga larga y obviamente una buena gorra para proteger del
sol y que no olvidáramos el pote de agua. Nos explica que no podemos llevar
ningún tipo de elementos químicos, como antisolares o insecticidas, que a la
entrada al parque natural nos revisarán y nos los podían quitar.
Cenamos, carne asada, con
plátano, ensalada y sopa. Jugo de tomate de árbol, muy aguado. Luego al hotel y
a dormir, no sin antes dejar lista la ropa para el día siguiente. Nos
encontraremos en el restaurante a las 7:00 a.m. para desayunar. El sitio
quedaba a dos o tres locales del hotel. Eran de la misma familia, el señor de
la agencia, la dueña del hotel y la dueña del restaurante.
Llega el primer, día de salida, segundo de mi llegada (09-11). Listos
a las 7:00 a.m. Ofrecen caldo de pescado, queso, huevo,
pan, café, chocolate, arepa. Así que tomé chocolate, y arepa con queso. Luego
al hotel, lavada de dientes y a salir para el puerto, con el pote de agua, las
cámaras, el snorker, la toalla y algunos llevaron los zapatos para caminar
dentro del agua. Me arrepentí de no haber llevado los míos.
Caminamos unas tres cuadras, para
llegar al puerto por la Estación de Gasolina La Borágine, (con B, no sé por
qué) y tomamos una lancha “La Caracolita”, no sin antes ponernos un chaleco y
ajustar los tres broches. Iniciamos pues, la travesía por el río Guayabero.
Nilsa, nuestra guía, estaba pendiente de irnos hablando de la vegetación y de
la fauna, hacía devolver, parar o bajar velocidad al lanchero, para que
viéramos los diferentes pájaros, iguanas, micos, que iban apareciendo en el
camino. Luego nos señaló una parte alta, en donde dijo que subiríamos. A mí me
pareció lejísimos y dije, “eso está como a tabaco y medio”. Fueron unos 20
minutos de recorrido en lancha, luego nos bajamos y yo asustada por mis
tobillos, pero había llevado bastón, confiaba en que subiría. Todo el rato le
hablaba mentalmente a mi papá. Llegamos al puerto en la rivera opuesta y
subimos hasta una casa, que tenía como un kiosko (también escrito quiosco), en
donde se encuentra uno de los guarda parques. Había un juego de rana. Ahí toman
lista, Nilsa es nuestra representante y el guardaparques, le da el permiso para
el ingreso. Hicimos ejercicios de calentamiento. El día estaba húmedo y más
bien lluvioso. Iniciamos camino hacia arriba, con cierto ángulo de dificultad,
yo diría que entre los caminantes, sería uno de nivel 6. Vimos nacimientos de
agua, cuevas, mucho verde, selva para todos los lados, murciélagos, nidos de
pájaros, hormigueros inmensos, pero afortunadamente Nilsa llevaba un ritmo
suave y no había manera de cansarse mucho. A veces me sentía alcanzada de la
respiración y ponía mucho cuidado a todo lo que pisaba, pues no quería estar de
nuevo enyesada. Sabía que las caminatas podían durar entre dos 2 a 6 horas, así
que tenía que cuidarme. Apenas era el primer día de recorrido.

En la zona, hay varios pisos
térmicos que le permiten tener variedad endémica en fauna y flora. Dentro de la
fauna se pueden encontrar osos hormigueros, tigres, jaguares, nutrias, pumas,
venados de cola blanca, monos como el lanudo, o el aullador, unas 500 especies
de aves, como mil y punta de especies de insectos, reptiles, anfibios, unas tortugas
preciosas… mucha fauna amenazada que se encuentra en vía de extinción y existe otra
sin inventariar; en flora, como es una selva húmeda, con piso térmico
cálido, heliconias, árboles inmensos
como de 30 o 40 metros de altura, follajes cerrados, con bejucos y lianas,
aunque también se ven arbustos y palmas. También hay gran diversidad de
orquídeas, y flores endémicas.

Llegamos hasta la parte más alta,
“El mirador” de la Sierra de La Macarena PNN (Parque Nacional Natural) Tinigua,
en el área de manejo especial, nos informa Nilsa, que allí había habido una
emisora y había sido un punto estratégico para vigilar la zona, pues se ve todo
el llano con su selva plana, pero también se ven peladeros, en donde se ve la
presencia humana, tristemente invadida la selva, pero se veía en todo su
esplendor, el río Guayabero. Había vegetación negra, pues hacía unos meses,
había habido un incendio, pero la naturaleza es preciosa y estaba floreciendo
nuevamente, cual ave fénix. Allí se veía hermosa toda la vegetación y hay unas
flores blancas muy bellas, llamadas vellosias.
Seguimos nuestro recorrido por un
pasto con florecitas amarillas, blancas, moraditas y por fin llegamos al río
Caño Cristales, casi en sus inicios, se veía como una quebradita, Cristalitos,
nos dijo Nilsa que se llamaba. El agua del rio Caño Cristales es completamente
cristalina y va a desembocar al Río Guayabero. Los recorridos de este parque,
las establecen ellos allá, de acuerdo a los grupos de viaje que estén en la
lista, para no toparse en el camino. Hay unos más largos que otros y hay unas
guías de madera, marcadas blancas, para ello. Sin embargo, los siete colores
como tal en el río, no lo son, pues solo la planta macarenia, es la del color fuerte, los demás colores se dan gracias
a la física, a la refracción, pues se refleja el cielo azul sobre la superficie
del agua, y las rocas que tiene el rio en su cauce, que son más bien ocres, con
el sol y el agua, se tornan verdes, amarillentas y naranjas.
Descansamos un ratico, tomamos
fotos y luego cogimos camino, río abajo y encontramos un espacio muy bello,
libre de la matica fucsia, en donde nos dejaron meter al agua. Es por eso que
uno sale solo con un pantalón, camiseta, el vestido de baño, medias y zapatos
para caminar. Los guías nos cuidaban la ropa, mientras nos metíamos al agua, deliciosa,
fría, apenas para ese calor de la zona.
Salimos del agua, a caminar de
nuevo, y buscar la finca en donde almorzaríamos. Muy limpia, con sillas de
madera y plásticas, juego de ranas, baño limpio y hamacas. También tenía unas
gallinas muy gordas y lindas. También había una zona de conservación para las
tortugas de río del género podocnemis, con unos criaderos muy bien tenidos. Almorzamos, descansamos y tomamos camino para
llegar a un puerto en donde una lancha nos llevaría de nuevo a la ciudad.
Llegamos a la Macarena, y me fui
a caminar por la ciudad. Uno debe salir del Parque natural antes de las 5:00
p.m. y es por eso que uno tiene
prácticamente un buen rato para caminar y conocer con sol aún. Allá están
tratando de implementar la energía solar y el parque está siendo iluminado con
ella. La iglesia preciosa, y en la actualidad, hay mucho ejército: naval, aéreo
y terrestre.
Ya en la noche, nos llevaron al “Parrandón
llanero” en donde cantaron, bailaron, y nos sirvieron carne asada. Cantaron con
sus arpas, capachos, un cuatro y un bajo. Bailaron unos niños, muy bien
presentados, y ensayados. También una pareja de grandes. Los guías se encargan
de las mesas con su grupo que están dirigiendo. Luego nos invitaron a bailar,
en donde terminé bailando un joropo, porque ninguno de mi mesa quiso salir.
Tercer día (09-12)
Se inicia el tercer día, con la
salida por otro puerto. Nuevamente caminar hasta la lancha, postura de
chalecos, tomar río abajo, llegar al punto de control, revisión de bolsos,
llamada a lista, y a montar en un campero para atravesar una de las trochas
llaneras. Es más o menos una hora. Llegamos al control militar. Están
construyendo un albergue muy lindo en madera. Alguien me comenta que ya
existía, pero la guerrilla lo había incendiado. Hay mucho soldado, muy jóvenes
casi todos. De ahí, hacemos nuestro calentamiento y tomamos una de las rutas
para caminar hacia el río. No sabría decir cuánto tiempo era, pues no llevaba
reloj conmigo y celular, menos.
Caminamos por rocas, cascajo,
llegamos a un puente hecho en madera. Caminé por la ribera del pequeño río y me
dice Nilsa, que tenga cuidado que no está permitido pisar la macarenia. Sin
embargo, la niña se fue un tris más allá, y zuas, al agua. Por ahí estaban los guarda parques… ellos
vigilan que los turistas no cometan infracciones en los parques. Uno de los
guarda parques, estaba en la zona de los llanos, pero era de la zona andina. Tienen
un uniforme similar, solo que el escudo que los identifica es diferente. Muy
queridos los muchachos. Deben tener un excelente estado físico.
Pasamos unos dos o tres puentes
de este tipo, realizados en madera inmunizada. En la época que fuimos, no
estaba muy grande el caudal y realmente no sé si fue afortunada o
desafortunadamente.
Llegamos a la Cascada de la
Virgen. Muy hermoso el sitio. Nilsa nos llevó bananos para comer. Las cáscaras
hay que llevarlas de nuevo a la ciudad. No se pueden dejar allí, puede
contaminar el medio ambiente. El río allí es mucho más caudaloso. Hay una placa
de un militar quien falleció allí: Luis Carlos Toro Londoño.
Tomamos fotos y de nuevo a
caminar. Pasamos por un sitio lúgubre, muy grisáceo y escasamente un chorro de
agua… casi ni se ve correr, parece que va por cuevas. Imaginaba el sitio como
para una película de terror, o de invasión de extraterrestres.
Por fin llegamos a un sitio para
meternos al agua… una hermosa piscina natural. Muy grande. Nos quedamos un buen
rato allí. Nos vestimos, y a caminar a la finca, en donde encontraríamos
nuestro almuerzo. Estaba dentro de una bolsita azul, había tamal, papitas, pastas,
en fin, mucha comida para mi gusto, pero igual había que comer, pues el camino
era largo y teníamos que volver a la lancha. La finca, muy limpia y allá se
conseguía gaseosa y agua fría. Es raro que a uno no lo dejan llevar botellas y
allá si las venden. Sin embargo, uno paga lo que sea por tomar esa gaseosa
fría. Ah! Siempre había gatos y perros… casi siempre tirados en el piso por el
calor.
Tomamos de nuevo camino y
llegamos de al río, para volvernos a zambullir, en otra hermosa piscina
natural. Salimos y caminamos hacia la lancha.